Manuel
Antonio Ortiz Guerrero: Nació
en Villarrica el 16 de Julio de
1894. Sus padres, Don Vicente
Ortiz y Doña Susana Guerrero
quien falleció al dar a
luz al niño que seria nuestro
inmortal poeta
Nacimiento: Había poco movimiento
en la ciudad, pero algo había.
Alguna voz femenina cantaba
en la oscuridad de los aposentos
y, en el Almacén el Turco,
un cliente realizaba una compra.
La señora Florencia de
Ortíz, con sombrero del
sol y vestido hasta el suelo,
compraba para su nuera Susana
Guerrero unos metros de telas,
un par de alpargatas, alcohol
alcanforados, tintura de yodo
y algodón... Era el 16
de Julio de 1894. Las estrellas
y los cocuyos encendían
sus luces ligeras, en el cielo
y en las calles, cerca del Ycua
Pyta, en el barrio Ybaroty,
en una casa de amplio patio
poblado de frondosos árboles,
nacía Ortíz Guerrero,
pero.. ¡Qué desgracia!,
como una flor que se marchita
para entregar su semilla, su
madre, Susana Guerrero había
fallecido al dar a luz al niño
que sería nuestro inmortal
poeta. Siete días después,
el 23 de julio, el párvulo
fue anotado en el registro de
la ciudad con el nombre "Manuel
Antonio Guerrero", hijo
natural de Susana Guerrero;
y fue bautizado por el Presbítero
Doroteo Britez, siendo su padrino
Don Ramón Roa.
Ambiente
Cultural: A fin de valorar
a plenitud la valentía
de Ortíz Guerrero, quien
nació, vivió y
murió poeta, entregándose
como nadie, enteramente, al
quehacer literario e hizo del
arte el único valor y
ocupación fundamental
de su vida, es importante ubicarnos
en el estrecho marco de su época
y observar detenidamente el
ambiente cultural donde logró
cimentar, hacer conocer y respetar
sus trabajos poéticos,
especialmente en lengua vernácula,
muy despreciada en la época.
Villarrica
(1894-1914): En la capital
guaireña, con el apoyo
de su abuela y su padre, Don
Vicente Ortíz, ex Juez
de Paz, Manuel cursa los estudios
primarios. Se cuenta que la
gente de su ciudad natal miraba
asombrado a aquel melancólico
adolescente, paseándose
bajo los árboles o contemplando
las estrellas, mientras sus
labios expresaban las voces
de su incoercible vocación
poética.
Llegada
a Asunción: La
capital paraguaya, era una ciudad
identificada con la nostalgia
de los tranvías, una
postal que mas tarde el "guaireño"
Federico Riera pintaría
en su canción, con sus
"viejos patios, con su
estampa colonial y, su silueta
feminil". Era la ciudad
de los azahares, de los jazmineros
en flor; de los callejones erosionados
transitados por "burreritas
y carboneras de ojos azules";
de bullangueras mañanas
calladas siestas y de temprano
recogimiento a la noche. Orillando
los 20 años de edad,
en los primeros meses de 1914,
Manuel Ortíz Guerrero,
Manú, como le llamaban
cariñosamente sus amigos,
se había trasladado a
la capital paraguaya en prosecusión
de sus estudios del bachillerato,
ingresando en el Colegio Nacional.
El solo nombre de este colegio
inspiraba respeto, pues, llevaba
el peso de una tradición
de excelencia y de dignidad
desde su fundación a
fines del siglo XVIII, reputación
iniciada desde los tiempos de
Delfin Chamorro, Ramón I. Cardozo y Simeón Carísim.
Allí, Manú, desde
sus primeros versos llamó
la atención de los estudiosos
de la literatura, como de los
simples lectores, que encontraban
en su poesía un simbiosis
de lirismo profundo y
un reflejo de vida con todo
lo que ella significa. Aunque
no existían centros de
cultura literaria, artística
no filosófica, Ortíz
Guerrero se alineó, el
modernismo, que en América
Latina encabezara Rubén
Darío, poeta
nicaragüense
que ennobleció su arte
cantando al amor fustigando
tiranos y cobardes. Ortíz
Guerrero asimiló sus
normas, pero le dio el ropaje
que su honda sensibilidad le
proporcionaba.
El Paraguay no
contaba con una tradición
literaria y, el poeta guaireño,
que traía como tesoro
"un tibio pedazo de canto
en la boca, observó asombrado
el ambiente capitalino, nutrido
por sentimiento egoísta,
dónde brillaban por su ausencia
los profesores de idealismo.
Sus únicas "estrellas
guiadoras" seguían
siendo las de su ciudad natal,
Villarrica. un aquilatado romanticismo
y nociones idiomáticas
impresas por el maestro Delfín
Chamorro y la disciplina severa
de Ramón
I. Cardozo. Sin embargo,
al encontrarse con otros elementos
y otras inquietudes, no pudiendo
escapar a la sugerencia del
ambiente, sus comienzos como
poeta en la capital son los
de un formal poeta modernista.
Es importante saber que en aquella
época la "moda literaria"
estaba marcada por una cultura
altamente "alienada".
"El modernismo- iniciado
por Rubén Darío
y recibido en Europa como la
primera corriente literaria
originada en la América
de habla castellana, fue, irónicamente,
una literatura escrita desde
estos lados del Atlántico
como cánones literarios
europeos. Era un mundo poético
bello, pero esotérico
a la experiencia americana.
Villarrica - y el Paraguay -
desconocía la vivencia de lagos,
cisnes, nieve, áspid,
glauca, oceánica, hadas,
gaviotas o, francesismo como
bouquet, boheme, broderie"
Mas, Ortíz
Guerrero no se dejó encasillar
por ninguna tendencia, las
ensayó
todas, sin perjuicio de proporcionarle
su acento personal.
Fallece
en Asunción el 8 de mayo de 1933, dejando una vida consagrada
como el poeta nativo que mas
llego a su pueblo, quedando
de esta manera en la historia
culta de nuestra ciudad. Hoy
sus restos descansan en el parque
que lleva su nombre. El Parque Manuel Ortíz Guerrero.
Después
de 70 años de su partida
a la inmortalidad y varias generaciones
de por medio, creemos que es
hora de coronarlo como El Poeta
Paraguayo, resaltando su actitud
y compromiso ciudadano y su
trabajo, justamente, literario,
que fue de una variedad exquisita
e increíble, que abarcó
desde la prosa hasta los "recibo
burgués" y, poemas
romántico, moderno, intimista,
social, épico; de elegía,
paisajístico-ecológico,
etc. en Guarani y Castellano.
También tengamos en cuenta
algunos aspectos de la época
que le tocó vivir y,
sobre su actitud de ciudadano
comprometido con la suerte de
pueblo que, siempre, incluyó
a los desheredados labriegos
y aborígenes.
Fuente: Museo Fermín López
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